Al centro de un coliseo romano, rodeado de miles de voces que, desde todas las trincheras, le abuchean y piden su ejecución. Así parece estar el artículo 44 que ha acaparado el debate sobre el proyecto de ley para reemplazar a la LOCE. Éste, implícitamente, indica el fin del lucro con fondos públicos en la educación, y con tan sólo tres palabritas –fin-del-lucro- desató un vendaval de críticas por parte de quienes era de esperar, pero también de otros que pareciera tienen más intereses involucrados de lo que se creía.
Los mismos de siempre
Era de perogrullo que la derecha, fiel aliada del empresariado -sino parte de él-, iba a rechazar la medida. Ya fuera la UDI, RN, la Confederación de Producción y Comercio, la Sofofa, y los actores privados de la educación, como la Conacep y la Confide, todos coincidían en criticar la demonización del lucro, con la desfachatez de negar una de las grandes conclusiones del movimiento pingüino del año pasado, que fue, precisamente, que el lucro era el mismo demonio. Es que cuando éstos advierten del “retroceso” a un cierto “estatismo socialista”, más que hacer una prudente sugerencia, están amenazando que, a estas alturas, no van a permitir que les cambien las reglas del juego libremercadista.
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