José Santis Cáceres,
profesor de Historia y Ciencias Sociales.
Colaborador Opech
Los estudiantes secundarios chilenos de la generación del 2000 demostraron con sus movilizaciones que la unión hace la fuerza. Ningún movimiento social dentro de esta época de gobiernos concertacionistas había logrado remecer con tal eficacia la estructura de decisiones del conglomerado. Las características de la organización estudiantil y el peso histórico de sus demandas consiguieron hablarle a un país dormido, abyecto de sus futuras generaciones, ensimismado en un continuismo latero dispuesto para celebrar un bicentenario con énfasis en el envoltorio pero no en el contenido.
Dentro del asambleísmo juvenil que viéramos en vivo y en directo el año 2006 destaca un grupo de jóvenes con carácter y discurso propio entre sus compañeros; y esto no sólo como expresión de los voceros, sino también de muchos otros jóvenes de los liceos de las diferentes regiones y comunas del país que contribuyeron a afianzar una lógica que había escaseado en los movimientos sociales precedentes. Estos muchachos y muchachas que levantaron sus voces provenían de aquí y de allá, unos con más o menos acervo discursivo, con realidades sociales, económicas y culturales distintas, pero, convocados por la urgente necesidad de reconfigurar y reestructurar lo obrado por generaciones precedentes dominadas por el conservadurismo y la opresión oligárquica.
Lo escrito aquí procede del análisis de dos entrevistas realizadas a dirigentes secundarios de la comuna de Quilicura: los jóvenes Didier Lucero y Eduardo Riveros, ambos estudiantes de cuarto medio durante el 2006 en el Complejo Técnico Profesional José Miguel Carrera de Quilicura, protagonistas de uno de los capítulos locales de la revuelta pingüina pero a la vez insertos y participantes dentro de sus poblaciones, donde han contribuido a generar organización social y a construir una visión y vocación de poder genuina y afincada en el legado de las antiguas generaciones de luchadores populares chilenos. Aquí no se describen diagnósticos ni anécdotas del periodo de la revuelta estudiantil, sino más bien se pone énfasis en el presente y en lo que vendrá. Esa es la riqueza que persigue este artículo.
1. Características de las organizaciones.
Didier forma parte de un colectivo de niños y jóvenes al interior de la población Pucará de Quilicura. Este grupo realiza actividades de aseo y preservación del medio ambiente de la población incorporando a los más pequeños, desarrollando con ellos actividades que les ayuden a crecer como comunidad. El colectivo nació del Centro Cultural Revolución el año 2005, su espacio físico dentro de un container se convirtió en biblioteca popular, lugar de talleres de danza, modelaje y pintura; lugar de acción en contra de la delincuencia, el tráfico de drogas y la violencia intrafamiliar, pero que se disolvió al año siguiente por cambio de domicilio de alguno de sus integrantes, siendo continuado por el colectivo Pucará, que mantiene la realización de estas actividades.
Eduardo vive en la población Parinacota, donde forma parte del centro cultural la Erre, un grupo de jóvenes que realiza diferentes actividades a lo largo del año. El Centro se formó el año 2005 con estudiantes egresados del Complejo Educacional José Miguel Carrera que habían realizado una toma para sacar al director designado, y que continuaron juntándose, formaron una batucada e hicieron actividades para el 11 de septiembre, navidad y vacaciones entre los pobladores. Actualmente han colaborado en la formación del Comité de Demandas Populares de Quilicura (CDP), una instancia de agrupamiento intersectorial donde participa la Agrupación de Deudores Habitacionales ANDHA, realizando un acto cultural en diciembre en la Plaza de Armas de la comuna.
La acción educativa de estas organizaciones se sostiene como una forma de resistencia al sistema que vivimos, desde una redefinición del concepto mismo de acción educativa.. Educación para ellos siempre ha reflejado símbolo de status y explotación, de concentración de la riqueza y acumulación de la ignorancia, pero en la población el concepto se redefine y se resignifica en igualdad, solidaridad, compromiso; anhelo de cambio social; reentendiéndose como autoeducación popular.
2. Concepciones y significados de la participación.
Para estos jóvenes, la participación constituye un compromiso ineludible. Ser ciudadano es estar involucrado en los cambios sociales que requiere la comunidad, hacerla conciente e involucrarse en sus problemas, a través de la información y del aprovechamiento de los espacios de reunión, juego y convivencia. Como pobladores, sienten la ausencia de espacios donde desarrollar sus inquietudes. Ven lo social y lo político como parte de un mismo problema, a pesar que desde lo macro se promueve una gran distancia entre ambas dimensiones. Por ello, apuestan a la participación como la única forma de lograr que sus familiares, amigos y vecinos tomen conciencia de lo que sucede a su alrededor y actúen de acuerdo a las visiones comunes construidas en el día a día. Es decir, ven la participación tanto como un medio de aglutinar y resolver problemas locales como también para generar cambios sociales y políticos, no sólo a nivel local, sino además, a nivel comunal o extraterritorial.
Para ellos, incidir en los cambios sociales es hacer todo lo posible por cambiar las lógicas que actualmente determinan el sistema, tales como el individualismo, la competitividad, el consumismo, y/o la adscripción a lo social y político como forma de consumo y no como mejora de la calidad de vida.
La construcción de un movimiento social participativo es clave para sus propósitos. Este movimiento social popular “no puede ser jerárquico como las organizaciones tradicionales, porque allí se abusa de la condición de autoridad y del poder, por eso todos los integrantes de una organización deben ser iguales en voz y voto, hay que cambiar las viejas formas de pensar la política, como los partidos, valorar lo que la gente conversa en cada mesa, en cada puesto de trabajo, en cada escuela”, dice Didier.
El trabajo local o de base se articula precisamente en la conversación, en el reunirse a diario o cada fin de semana a compartir una cerveza y alguna que otra visión común. Esta informal forma de reunirse ayuda a precisar ideas, a lograr acuerdos claves para el sostenimiento de las organizaciones de base y la proyección en movilizaciones. “El trabajo de base ayuda a que la opinión de la gente se haga determinante en el momento de una movilización”, indica Eduardo. Movilización se entiende como “abandonar la quietud en que nos encontramos y encaminarnos a lograr los objetivos comunes hasta las últimas consecuencias” señala Didier.
3. Prácticas de participación de las organizaciones (el hacia adentro y el hacia afuera).
En estas organizaciones locales juveniles, la participación se implementa desde los más jóvenes y los niños, “(Ellos son) los que más participan, porque son los que más se ven en la calle, en las esquinas, uno los invita y algunos se acercan y después nos hacemos yuntas” dice Eduardo. Las actividades surgen en torno a estos grupos etéreos, continúa “En septiembre damos videos sobre la UP, también hacemos un acto cultural en diciembre hacemos las pascuas para los niños y para el verano inscribimos a los cabros chicos para ir unos días a campamento en la playa” .
Su forma de reunirse es ocasional, sin horarios ni formalidades predefinidas. “En la semana nos juntamos un rato en la esquina después de la pega, y los viernes sale su cerveza y su conversa en torno a la realidad que vivimos”, informa Eduardo.
Su dinámica organizacional es precaria, aunque varios de sus integrantes sienten el compromiso de mantener vivo el grupo “Siempre quisimos que el centro cultural fuera un grupo grande y con impacto, pero se terminó, y ahora tenemos el colectivo, que es lo que nos preocupa en este momento” dice Didier. Los hábitos de participación en estas organizaciones están afincados en la aceptación de las diferentes posturas, pensamientos y percepciones de sus integrantes “somos todos iguales en el grupo, tratamos de convertir la autoridad en un círculo, como lo hacen los mapuches, porque todos somos importantes”. Por su parte, Eduardo dice “hay cosas en que todos estamos de acuerdo, por ejemplo, que Pinocho fue un asesino y que tenía que pagarla, pero algunos respetan más o menos al gobierno de la Bachelet, ahí tenemos diferencias”. No parecen tener mayores discrepancias o problemas por imposición de cosas, de manera que todos juntos sacan adelante las actividades.
Para el trabajo de base, la propaganda es fundamental. “Ponemos afiches o hacemos murales donde le avisamos a los vecinos, vamos a la feria también, para que tengamos harta convocatoria y nos resulten bien las cosas”.
Su articulación hacia lo macro político es difusa, a veces se concentra en lo comunal y en otras se aproxima a la realidad nacional. “Queremos que el 2007 la gente se mueva en la comuna para que no sigan gobernando los mismos”, señala Eduardo.
Sus experiencias de participación anteriores refieren aprendizajes sobre los procesos vividos, sobre todo de la movilización 2006. “fue una buena etapa, donde me formé políticamente, donde tuve la posibilidad de venderme para tener pega y estudios superiores asegurados, pero no lo hice porque creo en la organización popular”. “Aprendimos que es importante trabajar en el sector estudiantil y en algunas instancias comunales para poder ir creciendo, porque tienen mejores resultados los procesos estratégicos que los procesos explosivos, porque se consiguen mejores resultados si se aprovecha la ignorancia del enemigo, o sea, que no sepan quienes o cuántos somos, así se prueba que la unión hace la fuerza. También aprendimos que hay que poner el acento en el actuar cotidiano, rompiendo la dinámica formal de las reuniones. Aprendimos cómo deben actuar los dirigentes para ser consecuentes y ganar la confianza de los compañeros, cuando nos íbamos a convertir en federación los comunistas querían acabronarse con los puestos, también los DC metieron sus manos, todos querían repartirse la torta, el 2007 va a ser movido socialmente, por eso los dirigentes tienen que actuar con las bases sobre ellos para que no se arranquen con los tarros”, señala Didier.
4. Relación con otros actores sociales y el estado.
Los dirigentes juveniles entrevistados coinciden en que hay una dispersión grave de los sectores populares, lo cual incide en que los gobiernos locales no den cabida a las organizaciones populares. “Hoy en día el pueblo está muy desunido, hace falta que todos nos organicemos para que no nos sigan gobernando los aliados de la derecha, o sea los DC y los socios listos” (Eduardo) “La muni siempre le da puros candies a la gente, eso hay que aprovecharlo para que la gente reclame más y se organice más” (Didier).
Las relaciones entre estas organizaciones y los diferentes actores sociales no es un tema menor. Aquí analizamos esas relaciones:
- Relaciones entre las organizaciones juveniles y los profesores: A nivel local, estas relaciones son escasas, hay una falta tremenda de diálogo intergeneracional entre jóvenes y adultos. Hay una visión negativa desde los dirigentes jóvenes respecto del Colegio de Profesores, sienten que con la movilización estudiantil ellos se aprovecharon para su conveniencia y no para lograr resultados con el conjunto de los organismos movilizados, además sienten de que no todos los profesores están comprometidos con los cambios que la educación y el país necesitan.
- Relaciones entre las organizaciones juveniles y los apoderados. Los dirigentes juveniles dicen que los padres limitan su apoyo a las necesidades de alimentación en las movilizaciones, aún no se ha podido lograr una articulación con ellos en términos de demandas populares conjuntas.
- Relaciones entre las organizaciones juveniles y los estudiantes universitarios: Existen contactos con algunos estudiantes, pero no existen coordinaciones con centros de alumnos o federaciones universitarias, por ejemplo, para la toma de los liceos, algunos estudiantes de medicina de la Universidad de Chile en independencia fueron a constatar el estado de salud de los jóvenes.
- Relaciones entre las organizaciones juveniles y las instancias de organización popular extra locales. Los dirigentes valoran la existencia de estas organizaciones supra territoriales, como Bloque Social o ANDHA Chile, para coordinar los esfuerzos de organización popular tanto a nivel local como regional y nacional para el cambio del modelo social y político en el que vivimos. Por ejemplo, la adhesión a las movilizaciones por la educación pública tuvo un énfasis en la organización local “No sacábamos nada con ir a marchar al centro si aquí no había nada, por eso estamos orgullosos de las marchas y de la convocatoria que logramos en Quilicura” (Didier).
Su visión respecto del papel del estado frente a la sociedad civil demuestra que al interior de la juventud popular se han forjado convicciones respecto del futuro político del país y de la organización de la sociedad. “El estado hoy en día no está al servicio del pueblo. Están acobardados, tienen miedo ante los empresarios y los milicos. Por eso la gente se ha vuelto conformista y no reclaman, porque confían en que así está bien, que esto es lo correcto, tiene que cambiar el pensamiento del pueblo, porque nos han derrotado y nos tenemos que volver a levantar, el pueblo tiene que quitarle a la clase alta el privilegio de mandar al estado” (Eduardo).
En síntesis, lo que se demanda al estado es distribuir adecuadamente los recursos nacionales, que deje de ser un ente controlador de lo social y que se convierta en un organizador de la vida nacional. Esto significa abandonar las lógicas económicas heredadas de la dictadura, tan presentes en la constitución política y en las leyes orgánicas constitucionales.