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¡HE ESCUCHADO LA VOZ DE LOS JOVENES!


Estudiantes secundarios y su lucha por la igualdad educativa y social

Oscar Dávila León
Centro de Estudios Sociales CIDPA Valparaíso


Hace seis años la frase, con ribetes de eslogan marketero y político electoral, de ¡he escuchado la voz de la gente!, dicen los publicistas «vendedores de ilusiones» que le dio el triunfo a Ricardo Lagos en la segunda vuelta presidencial del año 1999, sin hacer alusión en esa oportunidad que aquella frase era una copia de la dicha por Felipe González en España, con similares propósitos, en su última elección ganada al mando del gobierno español, pero habiendo perdido la mayoría que ostentaba.

Todo esto viene a colación en el contexto del conflicto y movilizaciones estudiantiles secundarias en buena parte del país, donde el conflicto se encuentra abierto y el gobierno y sus representantes han demostrado que no dan «pie con bola» a la hora de enfrentar la situación, y no viéndose por lo pronto vías de solución: ni de forma ni de fondo. En la forma, comenzó la mesa de trabajo hace unos minutos, con la ausencia del titular de educación y la consiguiente molestia de los estudiantes que lo consideraron «una falta de respeto», y que luego de unos minutos fue suspendida.

Surge de ese cuadro de situación el intentar respuestas y soluciones, que cada día adquiere mayor complejidad, pues se requieren soluciones de forma y fondo; pero además, de orden educativo y políticas, y a las combinaciones entre éstas.

De orden de forma y políticas pareciera que las respuestas posible hace un rato sobrepasaron a las autoridades del Ministerio de Educación, por lo que debieran venir desde el orden político, y no se ve nadie más que la Presidente para «comprarse en persona este pleito». Allí es donde nos gustaría verla en un nuevo remake enunciado en el título: «¡He escuchado la voz de los jóvenes!, nos hemos equivocado y subvalorado, el movimiento y sus legítimas demandas, contenidas desde hace mucho tiempo y que son precisas y urgentes de abordar y satisfacer, en sus ritmos y tiempos propios de cada una de ellas». Este sería un planteo que favorecería el sentarse a conversar y a pensar en los temas de forma y fondo que rondan las movilizaciones estudiantiles.

¿Es posible esto? Es difícil saberlo, pero podría constituirse en una señal e hito relevante del anunciado nuevo estilo de gobierno que quisiera ejercerse, y más valioso aún cuando se deja de lado la absurda e histórica premisa de la infalibilidad de los gobiernos, quienes no pueden reconocer, que como toda institución y personas, nos equivocamos. En ese escenario, podría ser secundario la dimisión de las autoridades de la cartera.


En las medidas y reivindicaciones específicas de los estudiantes secundarios, que son fácilmente satisfechas de inmediato: la gratuidad de la PSU (que vale unos cuatro millones de dólares, muy poco para las finanzas públicas). Gratuidad del transporte para los estudiantes: también es fácil y barata de acceder, donde debiera garantizarse como un derecho por ser estudiante, no sólo para trasladarse casa/liceo/casa, tal como se ha negociado en la quinta región el «pase con beneficio», sin horario, día ni mes del año.

En las otras reivindicaciones, podrían llevar más tiempo y costos de otra naturaleza. La crítica a la Jornada Escolar Completa (JEC), principalmente va en dirección a las condiciones en que ésta se ha desarrollado: el tedio que ocasionan 8 ó 10 horas diarias de permanencia en el liceo sin las adecuaciones necesarias en materias pedagógicas y educativas, sólo de «clase normales». El no contar con una infraestructura adecuada en los liceos, como baños, patios, casinos, bibliotecas, espacios deportivos, salas de clases, laboratorios, entre otros. Los casinos para el almuerzo es quizás el tema más sensible, donde en la gran mayoría de los liceos es un tema no resuelto, y los diseñadores de la JEC no supieron resolver, y vemos a los estudiantes almorzando literalmente en las escaleras u otros espacios no adecuados para ello. Sumado a esto, perfectamente puede exigirse más el gobierno: el garantizar vía Junaeb la alimentación de todos los estudiantes del sistema municipal, a lo menos, y disponer de las condiciones adecuadas para su realización.

La Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE) son «palabras mayores» y su revisión se constituye en una verdadera «prueba de la blancura» para muchos discursos institucionales y corporativos que en la concreta veremos qué tan de acuerdo o con qué parte de la LOCE están en condiciones de revisar y cambiar. Por ejemplo, ¿se estaría de acuerdo en cambiar el rol subsidiario del gobierno en educación? ¿Se estaría de acuerdo en terminar con la subvención por asistencia a una por matrícula? ¿Se estaría de acuerdo en elevar universalmente, sin condiciones de ningún tipo, la actual Unidad de Subvención Escolar (USE) al doble o el triple como han propuesto parlamentarios gubernamentales estos días? ¿Se estaría de acuerdo de terminar con la dependencia municipal del sistema público? ¿Se estaría de acuerdo de revisar la libertad de enseñanza? ¿Se estaría de acuerdo de revisar y/o terminar con la inamovilidad funcionaria, terminando de paso con el Estatuto Docente? ¿Se estaría de acuerdo de terminar con el Financiamiento Compartido (Ficom) en los establecimientos particulares subvencionados? Esas interrogantes por sólo nombrar algunos temas incluidos en la LOCE:

Quedan muchas otras situaciones y déficit a cubrir en materias educativas, que a fin de cuentas son aspectos que se ubican a la base de las demandas por mayores grados de igualdad y justicia social desde la educación. Con mayor razón cuando se anuncian la generación de procesos e instrumentos que apunten a una más amplia y mejor protección social. Y Chile como sociedad está en condiciones de subir los estándares y proponerse metas más exigentes.

Los estudiantes movilizados a fin de cuentas están apelando e interpelando al gobierno y a la sociedad en su conjunto por mayores grados de «protección social», pues a partir de la educación pública ven seriamente amenazadas sus trayectorias escolares y de vida futura. Es el desfase entre expectativas de los jóvenes y posibilidades, o si se quiere de manera eufemística: estos jóvenes, hijos de la transición democrática, se creyeron de buena manera el cuento sobre la necesidad de generar una nueva revolución de expectativas y que éstas serían cumplidas «en la medida de lo posible». Y ese posible ya no les dice mucho, pues es muy poco posible y de mala calidad.

Hace unos meses presentamos un amplio estudio sobre trayectorias de vida y nuevas condiciones juveniles en jóvenes estudiantes del sistema municipal, que titulamos Los desheredados: los jóvenes que no pueden apelar a las herencias familiares en su acumulación de capitales escolares, culturales, sociales, financieros o simbólicos. Y culminamos el trabajo con una interrogante: ¿cuánto puede permanecer en el tiempo y de manera efectiva, el discurso y tensión entre las altas aspiraciones, expectativas y metas educacionales de estos jóvenes; y el reconocimiento por parte de estos mismos jóvenes, de las pocas posibilidades de concreción que tienen en la sociedad chilena actual?

Pareciera que no está durando (y no debiera durar) mucho tiempo ese discurso y realidad, y los mismo jóvenes consideran que tienen un rol protagónico y relevante a cumplir, a la espera de poder escuchar (ojalá) pronto: ¡He escuchado la voz de los jóvenes!

Valparaíso, 29 mayo 2006

 

Observatorio Chileno de Políticas Educativas